sábado, 28 de mayo de 2016

LAS SONRISAS DE LA LUNA
(Sólo apto para sentimentales)

No se que tiene la luna que a todos nos enamora. Con su rostro de perlas nacaradas. Con su sonrisa infinita. Me encanta ver a la luna cuando sale de paseo por las honduras del cielo. Cuando las nubes se apartan y le hacen un hueco para que se luzca. Para que presuma. O cuando, en noches de cielo raso, muestra su cara al completo. En noches de luna llena o de crecientes... o de menguantes, siempre está hermosa. A veces voy a buscarla y esa noche no viene, esquiva ella. ¡La he visto en tantos sitios...!

A la luna le gustan los mares. Son sus amores. Y las playas de dulces arenas sobre las que deja posar, con suavidad, sus rayos. Le gusta mirarse en el espejo de las aguas para acicalarse mejor y aclarar su sonrisa. Por eso conquista al mar y a los arenales que se quedan pasmados y embelesados. Más aun, en las noches de verano en las que la brisa amaina y huele a flores de mil fragancias. A veces se pone juguetona. Va y viene escondiéndose tras la nube que le sirve de abanico. La luna tiene colores. Unas veces  blanca como la nieve y otras una bola de luz amarillenta. Siempre brillante.




Ella me ha embobado mil veces. Como aquella noche por las carreteras castellanas en largo viaje. O aquella otra en la playa levantina, sentado en la arena, viéndola surgir de los mares y elevarse como un inmenso globo de luces cálidas. Y tonos rojizos. No le va a la zaga, aquella luna sobre la ría, encima  de la orilla asturiana, arrancando destellos de las aguas rizadas por el nordeste. O la que contemplé, mientras conversábamos, desde las rocas de aquel faro. Luna que casi besaba las aguas, tan baja que estaba. Es seductora, por naturaleza, y gusta de hacer sufrir a los hombres con sus promesas y sus ausencias. Y le encanta, y hasta se enternece, cuando ve una pareja de enamorados sentados en cualquier banco o contemplando el mar y hundiendo sus miradas en sus honduras lejanas...en su futuro anhelado. Parece, entonces, que los envidia.

Luna que te admiro tanto y que te cruzas en mi camino. Quédate hoy a mi lado y te contaré mi vida. Te hablaré poco de penas y más de alegrías. Y si tu me escuchas, sembraré rumores de nuestros amores y de tus conquistas.

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