LA ABUELA MARÍA
He encontrado esta foto
revolviendo papeles. Ando en eso en los
últimos tiempos. Descubriendo pequeños tesoros familiares. Me ha emocionado
verla y verlos. Una tarde apacible en la casa paterna de aquellos años. La
primitiva radio “Philips” o “Telefunken”. No lo recuerdo. Con su
elevador-reductor de corriente. Foto, colgada en la pared, de la primera
comunión. Y las novelas en la estantería. Mis primeras lecturas. Era la abuela
María. Con su pañuelo negro en la cabeza y su vestido hábito del Carmen. A la
vieja usanza de tantas abuelas de ese tiempo. Con su bondad infinita a cuestas.
Y su cariño, tranquilo y sin estridencias.
María caminaba incesantemente.
Cuando era joven y ya con ocho hijos, solía ir con mucha frecuencia hasta el
Santuario de Villaselán. Allí rezaba y pedía por todos ellos. A dos de ellos
los tenía lejos, pues se habían ido a trabajar a Madrid. Y una hija, emigrada en Argentina.
Tiempos muy duros para sacar adelante a esa prole. De madre de familia a tope,
mientras el abuelo se dejaba sus fuerzas en su trabajo, al que añadía el cultivo
y cuidado de su huerta. María rezaba rosarios en esas caminatas. Su vida, como
un rosal, cuajada de rosas y espinas. Una enfermedad cruel, en aquellos años,
se llevó por delante a dos hijas y un hijo. En plena juventud. Eran los años treinta. Y el mayor
falleció pronto. En el tiempo de esa foto le quedaban cuatro hijos. Y ella
seguía, con lluvia o con sol, con viento o heladas, caminando hasta Villaselán.
Puede que desde allí tendiese la vista hacia el mar próximo buscando a sus hijos en la distancia. O
quizás, hacia los campos que llevan la vista hacia el Mondigo.
La abuela María nos quería, como
saben querer los abuelos a sus nietos. Con la felicidad emanando de sus ojos al
estar con nosotros. Su regalo solía ser un sencillo caramelo. Y siempre una
comedida sonrisa tras la que se adivinaba mucha ternura y mucho amor. La vida
nos permitió estar poco tiempo juntos. Tan sólo ocho años. Pero al ver la foto
ahora, adivino su felicidad y su paz esa tarde. Con el sol entrando por la
galería de esa estancia de la casa. Y me emociona la mirada hacia ella de mi padre. Y el recuerdo de esos años, finales de mi bachillerato, con la vista
tendida en un futuro desconocido y plagado de ilusiones juveniles. Esa era mi
abuela María.
***
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