miércoles, 22 de junio de 2016

SEVILLA Y LA MACARENA

Conocí Sevilla hace casi 25 años. Invitado a dar un curso de formación de auditores por los economistas sevillanos. Y bajo su inmenso sol y sus cielos límpidos, me enamoré de ella para siempre. La alegría de sus gentes, su vitalidad y la excelente acogida de unos buenos amigos y colegas, lo propició. Después, fueron muchas las ocasiones en las que he vuelto a esa ciudad amada y en la que, posiblemente, resucitan siempre mis vetas meridionales más profundas. Y siempre, al recorrer sus calles a la sombra de los naranjos y palmeras, al caminar entre bares y tascas, impregnadas del olorcillo de la variedad de tapas y frituras, mi ánimo se expande. Sevilla tiene alma que vibra y duende que engancha.


Todo es brillo y color en Sevilla. Y poesía. La que viene a los labios a poco que te metas en ambiente. Y la que salta a borbotones en la voz y la guitarra en multitud de rincones en los que late el flamenco. Me quedo con La Anselma en el corazón de Triana. En el que la gente se arremolina para captar mejor las voces y la letra de las coplas. Sevilla es inacabable al recorrerla a pie, calle a calle. No sé qué te engancha más, si la Torre del Oro o los Reales Alcázares, el parque de María Luisa o la Plaza de España, la coqueta Plaza de Toros, la Catedral...la Giralda. Debo a mis amigos sevillanos varios recorridos en coches de caballo en compañía de algunos colegas. Me hicieron recordar aquel primero que, siendo niño, hice con mis padres en Málaga camino de Galicia desde tierras del Protectorado norteafricano.

Y, por encima de todo –hágase el silencio- La Macarena. La inusitada belleza de esa imagen que la luce entre las velas, altas y espigadas. Con el dolor profundo en su rostro y la ternura en su gesto. Realeza y sencillez en su porte. Las imágenes de las distintas advocaciones de la Virgen son, como dice un conocido autor de espiritualidad, diferentes fotografías de la misma Madre. Y la Macarena es una de las más bellas, de la que uno puede decir “me gusta ésta”. La Macarena le da a Sevilla un plus. Algo más. Mucho más. Y se vive... y se siente... cuando sale a la calle paseada en la Semana Santa. Bendita Sevilla, pena la distancia.

Si no has leído mis últimas novelas: "EL REFUGIO DE LOS SIGLOS" Y "KATEDIÓN"  o el libro sobre Ribadeo en los años veinte y treinta, "TRAS SUS HUELLAS" y te interesa alguno de ellos basta con pincha aquí o en este otro enlace  pincha aquí

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