sábado, 28 de marzo de 2020

DIARIO DE ESTOS DÍAS…

Día décimo sexto.

Hoy es otro día señalado en mi calendario. Es el cumpleaños de mi nieta Almudena. Ocho años. Acostumbrados a verlos a casi todos ellos con frecuencia, se hace extraño y más duro. Más en las celebraciones. Sigue el sol pavoneándose altivo y presuntuoso, y la primavera, que crece día a día, se asoma a mis ventanas preguntando por mí. Dice que no me ve junto al mar, de caminata. Ella, claro está, ignora nuestro raro presente. El día no comenzó bien. De madrugada me vi sumido en un sueño un tanto estremecedor. Soñé, nada menos, con que volvía otra vez a trabajar en la multinacional que abandoné, tras siete años, en 1979. Y lo peor es que me vi recorriendo la nave de la fábrica como antaño. Parecían las mismas caras, pero yo no sabía qué hacer ni qué decir. Bloqueado por completo. Situación agobiante. ¡Volver a trabajar y allí! Menos mal que desperté pronto y comprobé aliviado que estaba en mi cama y habitación. Debió ser una conexión mental por el asunto de los médicos jubilados que han vuelto a llamar a los hospitales para trabajar. Por el contrario, ayer, logré volver a escribir una hora. Llevaba días que no lo conseguía. Ni tenía tiempo ni ganas. Pero el tercer relato corto de la serie del detective Bonachera lo acabé. Ya son 20 relatos de diversa temática. Seguiré trabajando este asunto. Con mis amigos, ahora todos tenemos tiempo y las conversaciones se alargan. Y compruebo que todos estamos igual y hacemos lo mismo. Por estas fechas, otros años ponía en marcha la organización de la comida anual, en agosto, de mis compañeros de promoción de bachiller en Ribadeo. Ahora todo parado. 

En este confinamiento forzoso en que estamos, mi mente explota mi aceptable memoria y, a ratos, revolotea, entre perezosa y desocupada, por mis recuerdos. Y pasan sucesos, rincones, vivencias un tanto descontroladamente. Y hasta parece que vuelvo a vivirlos todos. Hace un rato saltó al patio de mi casa ribadense. Me imaginé el sol bañándolo y los gorriones que vienen de las arboledas próximas, jugando a sus anchas. La hortensia que plantó mi madre, no la he podido podar, y estará inmensa. Y el banco de obra y azulejos que hizo mi padre, en el mejor rincón, el que despide al sol al atardecer, más solitario que nunca. Seguro que extrañará tanta tardanza. Se verá solo. Y puede que se le escape algún lamento de nostalgia. Este tiempo de primavera en explosión solía arrastrarme en mis años jóvenes, en este tiempo, a mi habitación, junto al balcón. Y allí mi guitarra y yo soltábamos nuestros sentimientos en forma de canciones. Cancionero en mano y eligiendo los temas. Pero, debo centrarme en el hoy. Y vuelvo a mirar hacia las teclas de mi ordenador y conectar el Facebook. Y ahí se que me encontraré, una vez más, con vosotros, amigos y amigas. Cruzaremos un día más pensamientos y palabras. O estaréis en silencio, al otro lado de la red. O sencillamente, metidos en otros menesteres. Debemos seguir encerrados. Ya falta menos, aunque puede que sea todavía bastante. Debemos mantener el ánimo fuerte. Y si es posible alegre. Porque resistiremos. Ya verá como lo lograremos.

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