lunes, 23 de marzo de 2020

DIARIO DE ESTOS DÍAS...

Día undécimo.

Comenzamos otra semana de encierro. Seguimos sin novedad viendo como van cayendo las hojas del calendario. Me imagino aquellos viejos calendarios de taco. Los del Sagrado Corazón de Jesús. Colocados en cualquier pared de la casa, íbamos arrancando cada día la hoja del que pasaba. Era niño y me gustaba leer lo que venía por detrás. A veces era un chiste o un refrán. Pero, en ocasiones, era un pequeño juego o una adivinanza. Pues así semeja que caen los días de este tiempo crudo que nos ha tocado pasar. Estos días estamos bombardeados, en los móviles y en las redes sociales, de toda clase de videos. La mayoría son bulos y noticias falsas. Algunos bromas y chistadas. Siempre con el coronavirus o sus efectos en primer plano. Me permitís un consejo. Bueno, mejor dos. Primero, no hagáis caso de la mayoría de ellos. No les deis crédito alguno. Y segundo, os dejan saturado el almacenamiento del móvil y estorban a su funcionamiento normal. Y , además, saturamos las redes de telecomunicación, perjudicando a quienes las necesitan para su trabajo o para la red sanitaria. Algunos son simpáticos y ocurrentes, pero... Me dicen que las colas en el super de mi calle son enormes. Algo jamás visto. Me recuerdan las fotos de tiempo de la guerra española. Espero que todos los que me leéis estos días os encontréis bien. De salud y de ánimo. Este es el objetivo. Con mi gente he empezado a manejar esta consigna "tolerancia cero con los riesgos de contagio". O sea, a incrementar las precauciones y los cuidados. Y a aguantar metidos en casa hasta que escampe. Por cierto, la primavera ha empezado y no nos hemos enterado. Es que ya no importa nada.

Es curioso. Siempre esperé la primavera con ganas. Y me encantaba salir y ver los prados cuajados de margaritas blancas. Y las márgenes del paseo marítimo con mil florecillas silvestres. De todos los colores. Y en Ribadeo, andar por el camino que de niño me llevaba a casa, en el Jardín, parándome junto a toda la flora que, con abundancia, crecía y exhibía sus mejores galas. Y cogía unas hojas de menta y las olía. Y veía las bandadas de jilgueros, entonando serenatas, en el prado de Rosita de las Granxeiras. Y al salir el sol, esa Naturaleza explotaba en su belleza deslumbrante. Era niño, pero me quedaba embobado y ebrio de sensaciones. Despertaba la vida del letargo. Pero... estoy soñando. Diría que delirando ahora, en el encierro de mi casa. Pero se que ahí afuera, donde yo no puedo ir ni alcanzar a ver, eso es lo que está sucediendo. La vida de la Naturaleza sigue, mientras nosotros vegetamos en la espera. Extraña paradoja esta. Cuando lleguen las oscuras golondrinas, decía el poeta. Aquel que cantó como pocos el amor. Aquel que se me metió en mi alma juvenil al final de mi bachillerato cuando lo leí por primera vez. Bueno, debo bajar de las nubes y mirar de frente al presente. Amigos, aquí seguimos en Facebook. Leyendo vuestras aportaciones y sabiendo que, detrás de cada me gusta, hay una mente y un corazón que está próxima a mi en ese instante. Y a la inversa. Cuidaos mucho. Seguid guardando las medidas y pronto empezaremos a alcanzar el camino que conducirá hacia el fin de la epidemia. Aun nos falta bastante esfuerzo por poner en liza. Pero...

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