domingo, 5 de abril de 2020

DIARIO DE ESTOS DÍAS…

Día 24º

Llegó el domingo de Ramos. Nada tiene que ver la forma en que lo vivimos hoy con la de tantos años. Hoy me vais a permitir echar la vista atrás unos instantes. Es domingo de muchos recuerdos. Quizás sean más, por su intensidad, los de mis años infantiles y juveniles. De los de Melilla me vienen a la memoria aquellas largas procesiones, con multitud de palmas y música de bandas militares desfilando por la Avenida. De Ribadeo aquel jaleo que montábamos todos los chiquillos, portando ramos de laurel. Era una verdadera competición para ver quien los llevaba más grande. Y en la Iglesia Parroquial, durante la bendición, solo se veía un mar de verdes laureles que se movían en oleaje incesante. Algunos eran árboles enteros de "loureiros" que sus portadores mecían a uno y otro lado. Y de vez en cuando, pequeñas trifulcas por que "me empujaste" o me has "dado en la cabeza con tu ramo". Era también día de paseos por la Cuatro Calles, vestidos con las mejores galas. Algunas fotos que tengo con mis amigos de juventud, de ese domingo, nos muestran de traje, corbata y relucientes zapatos. Y con semblante entusiasta. Día de campanas tañendo alegres durante la procesión, mientras los chicos y las chicas nos cruzábamos una y mil veces, disimulando miradas o a tumba abierta. También recuerdo esa procesión, por la Gran Vía madrileña, con muchos penitentes caminando descalzos por la calzada y una nube de hermosas mujeres con mantilla.

Pero hoy todo es distinto. Estamos viviendo cosas, momentos, que ocuparán nuestras conversaciones durante mucho tiempo. Lo recordaremos todos a lo largo de nuestras vidas. He seguido la sencilla misa, esta mañana, desde el Santuario de Torreciudad, por internet. Solo dos sacerdotes en el altar, en soledad absoluta. Y yo, ante mi mesa de trabajo y mi ordenador. Con la mirada clavada en la pantalla y la atención máxima, en el silencio cortante de la calle, tras mi ventana entreabierta. Mi gente en sus casas, con sus niños. Mientras la nieta de dos años, mejorando en el hospital en el que sigue ingresada. Una semana ya. Esperamos que su regreso a casa sea inminente.

Ayer, tal como aventuré en mi post, terminé haciendo algo diferente. Me enfrenté al ajedrez con un invisible rival en internet. O sea con una máquina y una aplicación. Le gané fácil la primera partida, pero en la segunda me arrolló y me dio una soberana paliza. Ha picado mi amor propio y, aunque hace años no juego apenas, hoy voy a la batalla con toda mi artillería. Venceremos, canto, como hago con el virus. Ya os diré en que queda todo esta tarde. Se perciben algunos hilillos de mejora. Pero debemos seguir el confinamiento completo. Seguir las medidas de protección. No confiarnos ni bajar la guardia. me preocupa que hay gente inquieta o insensata que burla la cuarentena para pasear, correr o trocear sus compras en varias salidas de casa. Hay que seguir jugando limpio. Por la salud de todos. Hay que asentar la fortaleza y la paciencia. No queda otra. Amigos del Facebook, seguimos si os parece viéndonos por estos lares. A una u otra hora. Comentando. Chateando. Me alegra veros y saber que estáis ahí. Que todo sigue bien para vosotros. Un abrazo, virtual y distante como mandan ahora las circunstancias. Seguiremos cantando, cada anochecer, cara a las estrellas..."Resistiré", nuestro himno ya para nuestra historia personal.

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