martes, 7 de abril de 2020

DIARIO DE ESTOS DÍAS…

Día 26º

De acuerdo. Ante los numerosos comentarios de ayer a mi post del diario día 25, sucumbo y os hago caso. Agradezco los ánimos recibidos. Sois buena gente. Vamos allá. La noticia grande del día es que hace un par de horas, mi nieta más pequeña, volvió a su casa con sus dos añitos a cuestas y nueve días de hospital. Esperemos se consolide su mejoría. Hoy el sol quiso animar la mañana, pero casi no pudo salir, tapado por nubecillas envidiosas. Pero me permitió media horita de hamaca. Y lo mejor es que me llegó un inconfundible olor a mar. A veces sucede por aquí, cuando las olas de fondo remueven y arrancan las algas. Lo saboreé con unas inspiraciones profundas. Pensé entonces en ese olor, verdadera fragancia, que despide el mar en la playa del Cargadero y de Rocas Blancas en Ribadeo, cuando las algas son removidas y se acercan a la orilla. Cerré los ojos. Y en ese momento me vino una anécdota -una vivencia más de las muchas que hay en mi mochila- de hace años. Fue navegando en nuestra embarcación con mi padre y mis dos hijos mayores, niños entonces. Al llegar a la denominada Playa Verde, entre la de Fontenla y la Punta Cabada, atracamos. Como la marea estaba muy baja, quedamos algo distantes de la orilla para desembarcar. Así que me puse las botas altas de goma, me coloqué en la proa, cogí aire -del más puro olor a algas- y salté como un trapecista. Por el aire. Verdadera exhibición. Menos mal que estaba desierto aquel paraje. Caí a la arena y... me hundí hasta más arriba de la rodilla. Inmovilizado total. Intenté sacar las piernas del fango con todas mis fuerzas. Pero nada, atrapado. Mi padre, inquieto, preguntaba que c... hacía allí tirado. En aquel fuerte apuro, hundido y varado por completo, al fin logré sacar los pies y dejar las botas enterradas. Puse piedras, bajaron los demás y con mucho esfuerzo, con fango por todo el cuerpo hasta los ojos, rescaté mis botas. Olor a algas... si... olor a algas el de aquel día.

Nos acercamos ya al mes de encierro. Nuestra moral aquí en casa sigue alta. Nos hemos acostumbrado tanto a no salir y a llenar el día de cositas, que ya casi no añoramos la calle. Y mi café de las 12, los paseos por la city y las caminatas por el Marítimo parecen ya muy lejanas. Me han dicho que se está relajando el confinamiento y ya hay bastante gente que sale con una u otra disculpa. Mal hecho. Muy mal. Hay que aguantar para que logremos frenar y acabar con esta plaga del Covid-19. Más solidaridad, please. Esta noche me voy a cantar, en la soledad de este rinconcito de la casa, el Resistiré, el Gracias a la vida y hasta el Viento del Norte. ¡Que caramba! Me doy ese gustazo. Eso si, cerraré las ventanas para no molestar, que el vecindario parece no estar mucho por la música. Os lo recomiendo para subir la autoestima, bajar el colesterol y aumentar vuestra fortaleza mental. Ah, en lo del ajedrez contra internet, ayer le machaqué dos partidas al ordenador. Hoy subiré el nivel un punto más, Le tengo ganas...Bueno queridos amigos y amigas, seguid así como hasta ahora. Esto pasará y aunque abril parece que lo vamos s vivir enjaulados, no importa nada. Resistiremos, que si. Y volveremos a vernos... por ahí …o por allá. Por supuesto. Un abrazo y nos vemos esta tarde noche.

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