viernes, 10 de abril de 2020

DIARIO DE ESTOS DÍAS…

Día 29º

Viernes Santo. Sigo recordando, como ayer, aquellas semanas santas pasadas y lejanas en el tiempo. En la mañana de este día se celebraba en Ribadeo y en otros lugares la procesión del Encuentro. Madrugábamos bastante para estar listos y vestidos para acudir a verla. En la plazoleta detrás del Cantón. Igual que ahora. Yo tenía además que recorrer casi dos kilómetros hasta allí. Todo el pueblo se arremolinaba en ese espacio escaso para aquella procesión. Solía ubicarme en la acera alta, frente al Cine Colón. Y allí seguíamos, con interés y entusiasmo, la llegada de la Virgen y San Juan, la de Jesús con la Cruz a cuestas, que era articulada, la Verónica que le salía al paso... Era una representación pausada y sencilla, al hilo de las palabras del predicador de turno. El de ese año, normalmente un religioso. Unas veces bajo un sol, que allí pegaba con fuerza. Otras en medio de un frío y humedad elevados. Pero allí permanecíamos, absortos en la contemplación de todos los movimientos de Jesús de Nazaret y su madre, la Santísima Virgen. Y por medio, los del Coro Miserere para aumentar la emotividad. Para recordar siempre. Hoy volveré, en una hora, a seguir los oficios por internet. Es lo que toca este dos-mil-veinte.

Hoy, caminando incesantemente por el pasillo de casa, me vino un pensamiento. Dicen que posiblemente estemos libres de confinamiento de julio a setiembre (¡que ya le vale!). Si todo va bien. Ergo será ya verano. Pero resulta que estamos todos blancos, puede que hasta paliduchos, de estar metidos en los pisos desde hace un mes. Y lo que queda. Y entonces me dije. Manolo, tu llegaste a Galicia, procedente del Norte de África, negro. así como suena. De verdad, hay fotos. Luego evolucionaste, de acuerdo con tu 50% de ADN mediterráneo que tienes, a un moreno intenso. Hay muchas fotos. Duró así hasta los 25 años más o menos. Después, la vida laboral, la fábrica, los despachos te llevaron a ser blancuzco. También ayudó el miedo que los dermatólogos nos metieron en el cuerpo con los males del sol. Y ahora, este confinamiento te ha rematado. Blanco pálido. O sea un desastre de tipo. No puede ser. Así que dicho y hecho. Ahora ya tengo la toalla, la visera, la crema y el bañador sobre mi hamaca en la terraza. Y en cuanto aparezca el sol, por mis antepasados que me ubico ahí, poco a poco. Que no aparezco en la calle, cuando me suelten de esta guisa. Y ahí estamos. Hoy... llueve. A esperar. Ah y otra cuestión, que dejo para otro día, es el tipillo y la báscula. Porque este servidor fue casi toda su vida cóncavo. Hacia los cincuenta aplané bastante. Hace un tiempo observé el nacimiento de una geometría algo convexa. Pero este confinamiento lo ha puesto claro. Convexo que me he mutado. Y eso va contra mi pasado y mis principios. Ya hablaremos de las soluciones. Habrá que analizarlo con más calma. Perdonad que me he extendido mucho sobre tan íntimas y personales cuestiones, pero he pensado que puede ser algo bastante general. Perdón de todo modos por tanta confianza con vosotros. Esto es culpa de la proximidad en este Facebook. Pero ahí estamos todos. Al pie del post y del comentario. Un saludo, amigos y amigas. O para cumplir con la igualdad famosa, amigas y amigos.

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