domingo, 12 de abril de 2020

DIARIO DE ESTOS DÍAS.

DÍA 31º

Pascua de Resurrección. Día grande que hemos celebrado en casa lo mejor posible. No pudimos hacer las monas alicantinas, como ayer explicaba. Nos faltaba lo más importante: la levadura. Así que opté por hacer el que era el postre más sencillo en la posguerra, compatible con la cartilla de racionamiento. Las hizo mi madre toda la vida. Siempre ricas. Hablo de las “chulas”. Solas o con chocolate, siempre me gustaron. Y completamos con un roscón que nos trajo uno de mis hijos. En este día, recuerdo siempre la procesión que llamábamos del Ángel. En ella, alzaban con unas cuerdas con guirnaldas de flores a un niño o niña pequeño hasta la imagen de la Santísima Virgen, para cambiarle su manto negro por uno blanco. Más acorde con su alegría y la nuestra.Y a la vez, sonaba la música, se soltaban palomas y globos y repicaban alegres y con ritmo las campanas de la Parroquial y el convento de Santa Clara. Era el final de la Semana Santa. Volvía la normalidad. Los cines, cafeterías y bares abrían sus puertas. 

Estos días hay que redoblar esfuerzos para mantener la fortaleza. Se abre una nueva semana y hay cambios importantes, con la vuelta al trabajo de muchos. Puede aparecer la tentación del desánimo al no poder controlarlo todo, con ese mundo turbulento que ha creado el coronavirus. Y al no poder resolver las cosas con nuestras propias fuerzas. Es tiempo de elevar la mente y el corazón a ese Jesús Resucitado pidiendo ayudas.

Y ahora, me asaltan estas palabras en la quietud de la primera hora de la tarde. En el silencio hueco de mi entorno. Déjame soñar con que pronto veré a las personas que quiero y a las que aprecio. Hablar con ellas y dar rienda suelta a los sentimientos, un tanto comprimidos como un muelle en este confinamiento. Déjame soñar con esos cielos y esos mares que se juntan al atardecer, allá en el horizonte. Y se dan la mano y se alejan, juntos, hacia el sol poniente. Déjame soñar con ese barco que se cruza en mi mirada y con el velero, llamado libertad, que viene hacia mí, junto a la orilla. Esta noche me apetece escuchar una canción que me encanta. “Háblame del mar marinero” en la versión de Carlos Cano. Quizás porque desde mi ventana tampoco se ve el mar. Y llevo un mes ya sin correr hacia él y contarle mis cosas. Escucha esta estrofa, imagínatela… suéñala…

“”…Háblame del mar marinero
Dime si es verdad lo que dicen de él
Desde mi ventana no puedo yo verlo
Desde mi ventana el mar no se ve.
Háblame del mar marinero
Cuéntame que sientes allí junto a él
Desde mi ventana no puedo saberlo
Desde mi ventana el mar no se ve….””

Hasta luego, amigos y amigas. Un día más, por aquí estamos. Un día más nos encontramos para saludarnos y compartir nuestra lucha porque…¡¡Resistiremos!!

P.D. Este post y todos los anteriores de este diario los podéis leer en mi blog, pinchando en este enlace https://manueldiazaledo.blogspot.com/

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