lunes, 13 de abril de 2020

DIARIO DE ESTOS DÍAS.

DÍA 32º

Leía hoy en la prensa un estudio de sociólogos -un tanto precipitado dado lo poco que aun sabemos a día de hoy- sobre cómo será el día después. Cómo será la vida social una vez terminada la crisis sanitaria. Todo puras hipótesis. Pero coincidentes en que van a cambiar muchas cosas. Entre otras que vamos a ser más desconfiados con el entorno social, tendremos menos intimidad y las formas de saludo cambiarán. Otras muchas cosas. Pienso de otro modo. Creo que en estos días de encierro está surgiendo más solidaridad entre todos y más unión. Salvo en los políticos que siguen descaradamente a la gresca y a pensar y decir "que bien lo hago". Creo que el cuerpo social, ese que sale a aplaudir a los sanitarios y a los policías, ha entrado en otro tiempo, en considerar las cosas de otra manera. La clave es ¿qué es lo verdaderamente importante? ¿No estaríamos errados en el camino, corriendo tras lo que ahora vemos no valía tanto la pena? Ahora, muchos -quizás la mayoría- pensamos que la familia, nuestra familia, es lo principal. Estar juntos, unidos, querernos, expresarnos ese cariño, ayudarnos. Y nuestros amigos, esos con quienes hemos hablado por teléfono o WhatsApp estos días o hemos conectado por redes sociales. Esos con los que nos hemos alegrado juntos de estar bien en nuestras casas. Esos son importantes para nosotros. Y lo es el sector de la sanidad al que deberemos estar agradecidos por su largo esfuerzo. Y sobre todo, para los creyentes, es muy importante la relación con Dios. En estos días hemos acudido con frecuencia a Él, para pedir por el fin de esta pandemia. Algo que llegará. Pero quizás nos habremos reconciliado con Él. Y también será importante cuidar más la Naturaleza y disfrutar de ella. Hay muchas cosas bonitas y bellas en la vida, que ahora echamos de menos, que habrá que poner en lugar de las ambiciones, del bienestar a toda costa, del materialismo insaciable, de tener... tener y tener. Habrá que luchar más por los más desfavorecidos y buscar una sociedad más equitativa y justa. Tantas cosas. Será necesario rehacer nuestra escala de valores. Y que la paciencia, la sonrisa, el gesto amable, la paz sean nuestras metas cotidianas. Ardua tarea para la que estamos llenando, en este confinamiento, el depósito de combustible.

En lo doméstico, pocas novedades. La rutina mía -como la vuestra, supongo- sigue su curso. Las chulas de ayer resultaron un éxito. Volví a perder mi partida de ajedrez con el ordenador. Escuché anoche, como anunciaba, a Carlos Cano en "Háblame del mar marinero" y de paso su excelente versión de "María, la portuguesa". La música en este tiempo levanta los ánimos, aunque a veces sea con un envoltorio de nostalgia. No en vano las canciones que marcaron nuestros tiempos, nos acompañan siempre ligadas a una edad, a unas circunstancias, a unos lugares, a unas personas. Pero es agradable escucharlas y tararearlas, con una sonrisa en el rostro. Al ojear unas fotos, de esas que esperan pacientes que me ponga a ordenarlas, vino a mis manos una de mi grupo de amigos de juventud ribadense. Y recordé, por eso de la música, aquella rondalla que hicimos, Dos guitarras, un laúd, una bandurria, una buena voz y un grupo de amigos que hacíamos lo que podíamos. Más bien poco. Y me sonrío ahora con aquellas rancheras que iban desde Jorge Negrete a Los Panchos, aquellas habaneras que nos salían del alma y alguna gallega para rematar. Guardé las fotos que siguen esperando. Y ahora pienso en vosotros, amigos y amigas. A todos nos viene bien saber que los otros siguen bien. Que estamos ahí, al otro lado del móvil, de la tablet o del ordenador. Que comentemos o no este post, estamos en sintonía. Y que seguimos resistiendo, un tanto perdidos, en este largo túnel en que el mundo se ha metido. Una vez más, pensamientos y energía positivas. No al desánimo y a la impaciencia. Un saludo a todos.

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