miércoles, 15 de abril de 2020

DIARIO DE ESTOS DÍAS.

DIA 34º

Esta mañana me he encontrado, de pronto, ante un espejo haciendo toda clase de reverencias. Es decir, ensayando diversas formas del saludo que parece va a ser el de nuevo cuño en nuestra vida social. Cuando esta se reanude. Y os diré que es complicado. Entre una simple inclinación de cabeza y una flexión corporal de casi 90 grados, cabe de todo. Un mundo. Los japoneses dominan desde hace siglos este asunto. Pero a nosotros nos va a costar. Al tiempo. Os podéis ir preparando. Me vi ridículo en todas las posibles fórmulas. Así que me apunto definitivamente, para saludar a hombres y mujeres, al estilo que tan bien dominaba John Wayne. Elevar dos dedos de la mano derecha hasta el ala del sombrero y lanzarlos suavemente hacia delante. Y como no llevaré sombrero, lo haré como si este luciese sobre mi cabeza. No hay color. Perfecto. Yo lo resolveré así. Allá vosotros. Esto del saludo interpersonal ha dado muchas vueltas. Pero el coronavirus las ha enterrado a todas. Cuando era jovencillo, aquellos hombres más elegantes o de una cierta educación, saludaban a las mujeres tomando su mano, inclinándose ante ellas, iniciando un beso en su mano sin llegar a completarlo. Tenía su dificultad al parecer para que quedase bien. Yo no llegué ya a eso. Mi generación fue rupturista en todo. Y, aunque continuamos con el apretón de mano para saludar, añadimos al principio aquello de “encantado”. Esto me lleva a dos experiencias vividas en mi incipiente juventud. En una ocasión me presentaron a una chica francesa. Era mi primera experiencia de trato internacional. Me cogió de sorpresa y le largué (no reírse, please) un “je suis enchanté de faire votre connaissance”. Lo había leído en una novela. Qué sabía yo de las costumbres francesas. La chica quedó impactada. Me sonrió, no se si burlescamente o agradecida por mi galantería. Sabe Dios. Me percaté al instante de que aquella exhibición de la lengua gala fue ridícula. Y adopté para esas ocasiones el “enchanté”. En otra ocasión por esos 17 o 18 años una prima mía me presentó a una amiga (se estilaba eso de presentarte como medio para estar ya autorizado a entablar una conversación con las féminas). Le espeté un “encantado, tanto gusto en conocerte”. Aclaro que la moza era mayor que yo. Mi prima explotó en una risa que me advirtió. Fue mi bautizo. Puesto que era yo hijo de la época de Los Beatles y toda esa tropa, adopté un definitivo “Hola”. Y así siguió la historia con el apretón de manos que ha sido lo mejor, sin duda, hasta que el maldito Covid 19 metió sus narices en esto. Ya antes había surgido la moda de saludar con dos besos a las mujeres. Que al principio algunos lanzados, como un amigo y compañero mío, les hacía presumir con “¡¡le acabo de dar dos besos en la cara a fulanita!!”. Pero la moda pasó enseguida a la ficción. O sea dos besos al aire o al vacío, si queréis verlo así. Esto era un problema en ocasiones. Por ejemplo si ambos llevábamos gafas. El verano pasado, saludé a una amiga, nuestras gafas chocaron con estrépito y ella me dijo “Manolo, mejor lo dejamos”. Y no te digo si tenías algo de barba.

En lo doméstico, ya llevo dos sesiones de media hora de sol terracero. Por el momento sin resultados. Blanco como la nieve. El ordenador me gana cada día con más rapidez al ajedrez. El tipo debe de haber cogido ya mis pensamientos y mi estilo de jugar y me machaca casi antes de sentarme. Así que he cortado las partidas. Me he puesto a hacer un cursillo on line para aprender jugadas ¡ya verá el muy presuntuoso cuando regrese al ruedo! Hoy tuve que arreglar por video WhatsApp un entuerto de un nieto pequeño con sus padres. Le hablé de los indios apaches y nuestros juegos, anteriores a la pandemia, entre flechas, fusiles y cabalgadas por el pasillo de casa. Mano de santo.En fin, que no me aburro precisamente. Os recomiendo eso, que llenéis vuestro tiempo lo mejor posible. Seguimos en contacto por este Facebook. Por cierto están disminuyendo los anuncios. Albricias. Un abrazo a todos.

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